Volar

Era lunes cuando pensó en saltar.
Eran esas ganas de gritar y de desgarrarse la piel retorciéndose de dolor entre lágrimas de ansiedad y agonía lo que la postraron ante el umbral de la ventana. Ahogándose entre inspiraciones y expiraciones, buscaba un lugar seguro donde aferrarse mientras miraba hacia el vacío que se iba agrandando bajo sus pies.

Ojeó hacia atrás antes de realizar la última bocanada.
Su reflejo desfigurado le sonreía enmascarando la desesperación que le envolvía. Como siempre.

Esos tiempos de Ally y Tom no le parecían tan lejanos ni tan inconsecuentes como entonces ella pensó. Y volviendo la vista hacia aquél pasado que ya quedó en un mero recuerdo, retrocedió un pequeño pasito.
Buscó y llamó a todas las puertas que el corazón y su orgullo le permitieron antes de volverse contra el sol, desafiando y recomponiéndose ante la mañana que oscurecía.

La respiración entrecortada agrandaba el nudo que se le había formado en la garganta, que literalmente la asfixiaba y le impedía gritar ayuda.
La necesidad de huir apareció de la misma forma que cuando tumbada en el suelo de su vieja habitación, hacía retumbar en sus oídos horas de música que entonaban las melodías que ella no podía cantar. La fuerza se desvanecía y las ganas de continuar menguaban al mismo tiempo que las palabras de desprecio y las risas enlatadas la empequeñecían poco a poco.
Y se postró de nuevo en el umbral agarrándose al marco de madera que le astillaba la mano. Y saltó.

Saltó hacia el vacío de posibilidades infinitas que le ofrecía la caída hasta el descenso del mismísimo fin del mundo. Seguidamente, aterrizó.

Escrito el 24 de marzo de 2019

Otoño

Era otoño cuando las vio danzar.

Caía la noche, y las hojas adornaban el camino hacia el claro. Los árboles frondosos creaban ocasionales bolsillos de luz centelleante. Moviéndose con cautela, admiraba el paisaje, convirtiendo la escena en un escenario perfecto para la temporada que ese año había comenzado antes. El bullicio de la ciudad se tornó en un acompañamiento borboteoso mientras se aventuraba en la espesura, guiada por el ritmo caprichoso del viento.

Atraída por el entorno, se acercó al fuego y se unió al baile. Bajo el balé celestial, donde las estrellas aparecían como diamantes esparcidos sobre un lienzo de terciopelo, se encontró en medio de una congregación etérea. Las llamas danzantes del fuego reflejaban una melodía invisible, proyectando sombras fugaces que bailaban sobre el suelo del bosque.

Las brasas susurraban secretos a la brisa fresca, obligándola a participar en la celebración efímera. El suelo musgoso bajo sus pies descalzos, abrazaba la esencia de innumerables otoños pasados, otorgando un carácter atemporal a la oscuridad que le rodeaba. En el silencio del bosque, el tiempo pareció ralentizarse, cada paso y cada contoneo una comunión deliberada con el ritmo natural de la temporada.

Se encontró a sí misma como testigo y participante, una nota fugaz. Cada pirueta se convertía en un pincelazo en el lienzo de la noche, una celebración de la belleza transitoria resonando a través de los antiguos árboles. El acorde de la naturaleza se acrecentó, llegando al clímax que resonaba con el mismo latido del corazón de la tierra.

Y paró, pero el mundo siguió dando vueltas. Y cuando la noche tejió sus notas finales, supo que la luz permanecería en su corazón, una melodía resonando por los pasillos del tiempo.

Empezado en septiembre del 2023, terminado el 22 de febrero de 2024

No permitas enamorarte

No permitas enamorarte de la vida o del aire que respiras. No dejes que te atrape el sol cautivador en un día frío de lluvia. Que no te atrapen tus deseos más profundos ni las palabras que sin querer son pronunciadas. No te vendas a esa sonrisa torcida que al observar con ojos tristes consigue iluminarte el alma. Se dijo.

Delante de un ordenador cansado con la mirada brillante se pregunta si realmente todo vale la pena. Si algo por lo que está luchando es necesario. Si vencer al miedo que un día te derrotó fue la elección correcta. Al mismo tiempo, asume que quizá aquél hombre que le dijo que la única escapatoria que había escogido para liberarse del mundo que le rodea y repugna, era la más nefasta que pudiese escoger, quizá tenía razón.

Es tan solo una aprendiz cuyos hilos ya no se mueven con gracia, y el color rosado que anteriormente descansaba en sus mejillas, se ha borrado con el paso del tiempo.

Permanecía quieta y sin moverse con un té humeante bajo su custodia. No decía nada, y su mirada vagaba en silencio por los rincones de la atrofiada habitación en la que se encontraba. Nada. Ruido. Voces incoherentes frente a la tempestad que la rodeaba. Vivaldi sonando en su mente mientras intentaba escribir alguna palabra delante de la hoja en blanco que delante de ella se encontraba. Su mirada paró en los apuntes que a su costado le gritaban ser estudiados. Se los miró mientras soltaba una carcajada. No estaba hecha para estudiar ese tipo de sinsentidos que llevaba dos semanas intentando descifrar.

Había perdido el apetito y su cambiante humor ya llevaba varios días jugándole malas pasadas. Sentía como su cuerpo se iba desmoronando pieza a pieza, como si de un puzzle mal construido ella se tratara. Como si el sentido que un día encontró en su vida se hubiese perdido tras todo lo vivido en el último mes. En su momento, se prohibió ser demasiado sentimental y que esto le afectara gradualmente en época de exámenes. Era demasiado terca y estricta consigo misma para permitirse que las emociones nublaran su mente cuando más la necesitaba.

Así que se dijo a si misma: No permitas enamorarte. No permitas enamorarte de la vida o del aire que respiras. No dejes que te atrape el sol cautivador en un día frío de lluvia. Que no te atrapen tus deseos más profundos ni las palabras que sin querer son pronunciadas. No te vendas a esa sonrisa torcida que al observar con ojos tristes consigue iluminarte el alma.

No permitas darle tu sonrisa aunque ya te tenga la mirada perdida. No permitas que la historia nunca contada gobierne los apuntes que a tu lado descansan. No dejes que la ineptitud en temas en los que nunca te has metido sean motivo para perder aquello que has conseguido. No me seas zopenca y fíjate solo en la hermosura de este joven Durkheim.

Pero era demasiado tarde. No podía no permitirse enamorarse, porque aunque doliera, valía la pena.

Escrito el 30 de abril de 2016

¿Cuándo termina una relación?

Muchos dirían que actualmente una confraternidad entre personas termina cuando estas dejan de ser amigas en Facebook. Cuando alguien se bloquea en WhatsApp; o cuando al verse por la calle se crea una imagen automática que nubla la visión, y sólo se puede evitar si esa persona te sigue en Instagram.

La necesidad de apartar y olvidar una experiencia compartida se elimina de la existencia con tan solo un click! sin lugar a explicaciones, conversaciones o pruebas refutables de que aquello que existía debe seguir siendo. De qué sirve hablar, cuando para retomar de nuevo algo bloqueado, tan solo tenemos que volver a apretar un botón.

Funcionamos como el AdBlock de Google. Esa aplicación que te elimina cualquier rastro de anuncios en la página web que visitas y no te molesta ningún pop up que pueda pasar inadvertido. La inhabilidad de encarar aquello que se tenía, es más sencillo cuando un ente externo bloquea automáticamente aquello que actualmente conforma nuestras vidas.

Rapidez, inconstancia y debilidad, características de las relaciones 2.0.

Escrito el 11 de junio de 2018

The night belongs to her

In the quiet embrace of the night, where darkness unfurls like the silk of forgotten dreams, she wanders. There’s a softness to the air, a weightlessness that lingers, caressing the edges of her soul. It’s a night that belongs to her, where the world retreats into shadows, leaving only her and the echo of memories in the moonlight.

A solitary lamp post stands sentinel on the deserted street, its glow a beacon in the vast expanse of night, casting elongated shadows that sway with the rhythm of her steps. She walks with purpose, yet her heart beats to the melancholic melody of a bittersweet symphony. Beside her, her best friend walks in silence, their presence a comfort in the solitude of the night.

They share a bond woven from threads of laughter and tears, their silhouettes merging and diverging, two souls navigating the labyrinth of life together. And as the night comes down like heaven, they find solace in each other’s company.

Escrito el 26 de marzo de 2024 de una conversación con Lena y para Lena.

Noviembre

Ahogándome respirando, buscando bocanadas de aire que no llenan los pulmones.

La desesperación, la apatía y yo nos hemos convertido en viejas amigas que se reencuentran entre los edredones de un fin de semana nublado. El día recuerda volver a una pandemia que me dejó desolada y las piezas que por fin se empezaron a unir, penden de un hilo burlón que tienta volver a deshilacharse con las palabras que cada día se vuelven más vacías.

Palabras que por primera vez redacto después de dos años vacíos, pero llenos de momentos fugaces, de felicidad.

Ayuda, supongo.

Escrito el 28 de noviembre de 2023

Llamadas perdidas

Leí una vez acerca de los muertos vivientes. No de los zombis. De los muertos vivientes.

De esas amistades cuya intensidad aún sientes en la piel, pero de la cual no queda ni un resto en la superficie. De esos entes que pertenecieron a tu vida, pero que de un día para otro desaparecieron. De esas que incluso el escribir un “hola, ¿qué tal todo?” suena raro. Y últimamente me hallo pensando en ellas.

Cuando rememoras los pequeños hitos de tu vida, o en mi caso, cuando escribo acerca de algo, siempre me acuerdo de sus caras. Y siento un pequeño pinchacito.

Hablándolo detenidamente acabas siempre en la misma resolución: Es la vida. La gente viene y va. Topicazos que, al fin y al cabo, son tópicos por su certeza.

Y es que incluso, a pesar de eso, me gustaría coger esas risas, las horas entre películas y palomitas, las lágrimas de impotencia, las peleas, y las yincanas improvisadas de esas tardes de verano que no nos apetecía ir a la playa porque nos creíamos mejores que todos ellos, y los cafés de Starbucks que nos estreñían el estomago cuándo el único plan era ver los libros del FNAC o algo tan absurdo como cantar al Singstar y hacer maratones pausados de Harry Potter, y mandarlos en un “hola, qué tal”.

Habré estudiado el plan de ruta para el nunca posible apocalipsis zombi, pero nunca sabré desenvainar el dedo contra un muerto viviente.  

Escrito el 21 de junio de 2020