Agarrada a sus entrañas se arrezagaba dentro del agua que lentamente eliminaba la sal de sus ojos.
La música todo lo envolvía y la acariciaba lentamente antes de querer levantar la cabeza. Y fue entonces mientras todo retumbaba que la cascada que descendía lentamente de sus ojos, empezó a zarandearla sin descontrol.
Los pies ya fuera empapando el suelo la obligaron a recomponerse ante las frías baldosas, y se enmascaró con la sonrisa que tantos muchos adoraban.
Por dentro, desazón.
Escrito el 23 de mayo de 2019
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